martes, 24 de febrero de 2009


¿Te importa que haga una cosa?—me preguntó mientras me abrazaba con fuerza.
Lo que quieras.
Pero me soltó y se apartó de mí.
Lo que quieras, excepto eso —me quejé.
Sin hacerme caso, Edward me cogió de la mano y me levantó de la cama. Después se plantó de pie frente a mí, con las manos sobre mis hombros y el gesto serio.
—Quiero hacer esto como Dios manda. Por favor, recuerda que has dicho que sí. No me estropees este momento.
—Oh, no —dije boquiabierta, mientras él clavaba una rodilla en el suelo.
Pórtate bien —murmuró.
Respiré hondo.
Isabella Swan —me miró a través de aquellas pestañas de una longitud imposible. Sus ojos dorados eran tiernos y, a la vez, abrasadores—.
Prometo amarte para siempre, todos los días de mi vida. ¿Quieres casarte conmigo?
Quise decirle muchas cosas. Algunas no eran nada agradables, mientras que otras resultaban más empalagosas y románticas de lo que el propio Edward habría soñado. Decidí no ponerme en evidencia a mí misma y me limité a susurrar:
Sí.
—Gracias —respondió.



"Prometo amarte para siempre, todos los días de mi vida." (español)
"I promise to love you forever, every single day of forever" (inglés)




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